Rojo para nobles, pardo para currantes, y amarillo… mejor ni te acerques
Un vistazo al lenguaje silencioso que los colores susurraban en cada plaza medieval
Antes de nada, pongámonos en contexto: la Edad Media, ese periodo tan lleno de luces, sombras y supersticiones (spoiler: no era tan gris como nos lo pintan en las pelis). Para el ojo medieval, el color no era solo cuestión de moda; era como llevar un cartel en la frente que gritaba: "¡Eh, soy noble!", "¡Campesino a la vista!" o, en el peor de los casos, "¡Traidor!". Porque sí, el color hablaba. Literalmente.
Colores y jerarquías: la pasarela medieval que no conocías
‘Amos a ver, no imaginemos pasarelas ni "Fashion Weeks" medievales; más bien, pensemos en un código de colores que todo el mundo entendía, incluso sin haber pasado por Hogwarts. Es más, aparecer con una combinación errónea en una plaza medieval, era motivo más que justificado para que te mirasen raro o te señalasen con el dedo. También es cierto que era difícil llevar vestimentas de ciertos colores, debido al coste prohibitivo de los pigmentos (¡química al poder!). Por eso, aquí te dejo un desglose de colores y lo que significaban en esa época de espadas, castillos y alguna que otra peste negra. Más que relevante para los amantes del Marsella.
El rojo: la Ferrari de los colores
El rojo era el auténtico "statement". ¿Eras noble? Perfecto, ponte tu mejor capa escarlata. ¿Un sirviente VIP, de esos que hasta cortaban el jamón para el rey? También podías aspirar al rojo oscuro. Este color gritaba poder, orgullo y un poquito de "mírame, soy importante". Por algo también se usaba en las bodas, para dar ese toque de pasión medieval. Eso sí, no era fácil de conseguir. El tinte escarlata era carísimo, así que si alguien aparecía vestido de rojo, automáticamente sabías que tenía más posibles que un influencer con patrocinadores.
El azul: fidelidad de alta gama
El azul era como un filtro "cool" de Instagram, pero medieval. Si eras noble, ibas a por el azul heráldico, un tono que gritaba lealtad y serenidad. Para los de a pie, el azul oscuro también era una opción, pero claro, ya no te daba ese aire de "he nacido en cuna de oro". Curioso, ¿no? Un color con estratos sociales incorporados.
El verde: naturaleza, pero con estatus
El verde era el color del "nuevo comienzo". Juventud, esperanza y fertilidad, ¡todo un combo! Eso sí, no cualquier verde valía. Si eras noble, podías lucir uno vibrante; si eras humilde, te tocaba conformarte con un verde tirando a marrón. Ya ves, hasta los colores naturales tenían su jerarquía.
El blanco: pureza y humildad (sin detergente de por medio)
El blanco era como el "Zen" de los colores. Pureza, virtud y todo lo que un alma cándida debería reflejar. Era el tono perfecto para ceremonias solemnes, ya fuera una boda, un funeral o cualquier ocasión donde el "menos es más" fuera tendencia.
El negro: entre el luto y el poder
Hoy en día, el negro es sinónimo de elegancia, pero en la Edad Media, su rollo iba más por la solemnidad y el luto. Aunque, ojo, si eras capaz de lucir un negro profundo y uniforme, también podías transmitir autoridad. El truco estaba en encontrar el tinte adecuado, cosa nada fácil antes de que existieran los tutoriales de YouTube.
Amarillo y naranja: el rincón de los marginados
Ay, los pobres amarillos y naranjas. Estos colores eran el equivalente medieval a un letrero de "evítame". Traición, bajeza y lo peor de la sociedad. Imagínate aparecer vestido de amarillo chillón; la gente ya asumía cosas poco halagüeñas de ti. Mejor ni intentarlo.
Pardos y terrosos: el uniforme de los trabajadores
Si vestías de tonos marrones, grises o beige, la cosa era sencilla: eras un currante, probablemente un campesino o un artesano. Nada de ostentaciones ni adornos. Tu vestimenta tenía que ser práctica, resistente y, sobre todo, barata. Y aunque hoy estos tonos nos parecen "neutros y elegantes", en aquella época era más como decir "estoy aquí para trabajar, no para impresionar".
Monocromía: menos es más
Algo curioso de la moda medieval: si ibas vestido de un solo color, eras automáticamente considerado "de buen gusto". La policromía, en cambio, era vista como de mal gusto, a menos que fueras un juglar o bufón, claro. Y ya si llevabas escarlata o verde intenso en monocromático, es que estabas a otro nivel de sofisticación.
Reflexión y cierre
El color en la Edad Media no era solo cuestión de gustos; era un código social en toda regla. Saber leerlo te daba las claves para entender quién era quién, como si cada tonalidad llevara un subtítulo incorporado. El Tarot nació en este contexto, por lo que, a mi entender, es relevante conocer el simbolismo del color de las vestimentas. Y más aún si vemos el Tarot como ese caleidoscopio de la realidad. ¿Qué somos nosotros, sino reflejos de una paleta de colores infinita? (¡Toma frase poética!)
Taronáuticos saludos!